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Leyenda de Gara y Jonay

JUAN IGNACIO MORA HERNANDEZ | 20 de octubre de 2012

Cuenta la leyenda que en cierta ocasión, se disponían en la isla a celebrar las fiestas del Beñesmén. Las doncellas gomeras tenían por costumbre acercarse a los Chorros del Epina, que son siete fuentes con siete caños uno al lado del otro. Las doncellas juntaban el agua de los chorros y se miraban en ella al despuntar el día.

Cuenta la leyenda que en cierta ocasión, se disponían en la isla a celebrar las fiestas del Beñesmén. Las doncellas gomeras tenían por costumbre acercarse a los Chorros del Epina, que son siete fuentes con siete caños uno al lado del otro. Las doncellas juntaban el agua de los chorros y se miraban en ella al despuntar el día. Si la imagen era clara, encontrarían pareja, si era turbia, tendrían alguna desgracia.

Gara, princesa de Agulo, acudió con las demás doncellas a la fuente para augurar su amor, y vio su imagen clara reflejada en el agua, pero al quedarse demasiado tiempo contemplándose, el sol acabó por reflejarse en el agua y la cegó. Preguntó al augur Gerián por el significado de esto que había ocurrido, y éste respondió a la princesa que huyera del fuego, o se vería consumida por él.
Como cada año, los nobles tinerfeños eran invitados a participar en las fiestas. El Mencey de Adeje llegó acompañado de su hijo Jonay. Cuando Jonay vio a Gara se enamoraron e hicieron público su compromiso. El Teide, amenazante, comenzó a echar humo y lava, así que el padre de Gara contó el augurio de Gerián al padre de Jonay, y rápidamente se deshizo el enlace. El Mencey regresó con su hijo a Tenerife y el Teide cesó de bramar.

AI conocer la relación de los jóvenes, sus padres mostraron la oposición a este enlace, ya que Gara era princesa de Agulo, el lugar del Agua, y Jonay provenía del Fuego, de la Isla del Infierno y de seguro, la unión traería la desgracia para todos.

Jonay fue devuelto a Tenerife, pero pronto volvió a nado a La Gomera valiéndose de las vejigas infladas de unos animales. Ya juntos y ante la imposibilidad de vivir su amor, Gara y Jonay huyeron a la cumbre y tras clavarse una lanza de madera de cedro, se despeñaron por el alto que lleva sus nombres.

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